El régimen autocrático califica
de majunches a quienes apoyamos la Alternativa Democrática, sin darse cuenta
que cuando apuntan con el índice, otros tres dedos los señalan a ellos y el
dedo gordo nos hace la señal de Me gusta.
El candidato del afiche nos
llama escuálidos, sin pretender notar que no ha habido gobierno con tan poco
lustre y lozanía (definiciones de diccionario para escuálido) como el que el
candidato de los muñecos inflables encabeza.
Nos tilda de derechistas,
cuando es sabido que en la Unidad Democrática abundan los grupos de centro
izquierda e izquierda. Esto no es raro, porque hace tiempo que el presidente
perdió el sentido de la orientación.
Han extraviado el rumbo. Los
discursos, alocuciones y declaraciones del candidato del continuismo, que antes
solían generar entusiasmo en varios sectores del pueblo, son cada día más
aburridos. Y no hay nada peor para ofrecer en una campaña electoral que el
aburrimiento.
¡Qué contraste con la
campaña admirable de Henrique Capriles Radonski! Por
donde pasa Henrique abunda la alegría, la esperanza y el contacto personal con la
gente. En las concentraciones de El Camino, se presentan propuestas concretas
sobre seguridad, empleo, educación, salud y servicios públicos.
La angustia crece en el
sector oficialista. Capriles no contesta insultos, porque está enfocado en
hablar del futuro y eso desespera al otro candidato, quien desea entablar
guerra de epítetos y a quien solo interesa continuar promoviéndose como la
encarnación de los dioses del Olimpo.
Odio quiero más que
indiferencia, decía aquella vieja canción. Parece que en
Miraflores han comenzado a cantar música
de despecho.
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